Por @Joaquin_Pereira
Después de
la muerte de Chávez en extrañas circunstancias -pues ni se sabe realmente la
fecha de su fallecimiento- Venezuela entró en un laberinto del que pareciera no
haber salida.
En febrero
de 2014 los venezolanos pensaron que las protestas callejeras eran el hilo de
Ariadna que los sacaría del infierno que estableció Chávez con su Socialismo
del siglo XXI.
Se
equivocaron y el laberinto se volvió más bizarro: el precio del petróleo cayó
en picada, la inflación se disparó, se agudizó la escasez de alimentos y
productos básicos, aumentaron la criminalidad y el secuestro, los servicios
básicos de agua y electricidad colapsaron, la persecución política se hizo
descarada…
La
esperanza de encontrar “La salida” se convirtió en una trampa que los sumió más
profundamente en el laberinto. El escapismo como opción se hizo imposible,
tanto el externo al optar por la emigración dado el brutal incremento del dólar
paralelo, como el interno con las burbujas psicológicas de negación dada la
escasez y la violencia que saltó de la calle y se introdujo en la sala de todos.
A los venezolanos se les ha acorralado y se les empuja al centro de la maraña
roja donde el aterrador gruñido del Minotauro los espera.
Todos saben
que no hay escapatoria, la única forma de destruir el entramado de tortura en
el que han sumido al país es enfrentar al monstruo que se esconde en las
sombras del poder.
Pero como
en toda batalla, los guerreros toman un compás de aliento antes del
enfrentamiento final: en eso se ha convertido la elección de los nuevos
parlamentarios de la Asamblea Nacional el 6 de diciembre, en una tensa espera
para luego enfrentar al monstruo.
Ya todos
sabemos el resultado de estas elecciones: el régimen desprovisto de dólares y
bajo el escrutinio democrático tanto interno como externo no podrá torcer la
voluntad popular. La fuerza opositora obtendrá la mayoría simple en el Poder
Legislativo gracias al 30% de ventaja que ha alcanzado según todas las
encuestas ante el famélico régimen incapaz de recortar la avalancha del voto castigo
con su campaña de miedo, la repartición de migajas y barajitas, y su fantoche
propaganda –incluyendo el intento de resucitar virtualmente a Chávez.
Al amanecer
del 7 de diciembre los venezolanos verán de frente los colmillos sangrientos y
los ojos azules del Minotauro. Con la fuerza de una mayoría en la Asamblea
Nacional la batalla tiene ahora un único contendor: Diosdado Cabello, el
monstruo.
El régimen
intentará dar sus últimos zarpazos intentando anular al Poder Legislativo con
una ley habilitante presidencial y los militares que han venido cebando con
dólares en los últimos años. La batalla
final con el monstruo no será fácil, nos espera meses de intenso enfrentamiento, pero a
diferencia del pasado, el venezolano ya no espera porque venga alguien a resolverle
su embrollo, sabe que no puede esquivar la lucha.
Luego del
6D Venezuela entra en un periodo de fiebre dado el incremento sustancial de
anticuerpos que despertarán y se activarán para atacar y destruir el
narco-estado que la tiene enferma.
Hasta ahora
los venezolanos luchaban por destruir los tentáculos del chavismo que al
cortarlos se multiplicaban. Ahora tienen claro que el objetivo no es atacar los
síntomas de un país colapsado sino acabar con la causa primigenia de sus males:
la lucha ahora es de frente con el Minotauro, la lucha ahora es –democrática,
pacífica y constitucional- contra Diosdado Cabello y su insolado séquito.
Esa es la salida.
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