Por @Joaquin_Pereira
En
Venezuela lo que más funciona en las elecciones es el voto castigo, un
peligroso búmeran que pocos líderes saben manejar una vez utilizado a su favor.
<<Cuando
no eres capaz de enamorar a una población canaliza su odio>>, esa podría
ser el resumen de la estrategia política más rentable en Venezuela en las
últimas décadas: le funcionó a Hugo Chávez en 1998 contra la alternancia blanco
y verde de los partidos tradicionales y le funcionó ahora a los grupos
opositores al régimen de Nicolás Maduro en las elecciones parlamentarias del
pasado 6 de diciembre de 2015.
Mientras el
precio del petróleo presentaba valores altos en el mercado, el finado
presidente Hugo Chávez supo evadir el descontento popular –el retorno del
búmeran- gracias a una fuerza opositora dividida y al derroche de dadivas
convertidas en misiones destinadas a seducir a los amplios sectores
depauperados del país.
La
oposición atrapada en competir entre sí por el liderazgo aprendió la lección
luego de varias derrotas electorales y ante la súplica de unidad de sus
simpatizantes. Logró capitalizar el descontento de la población producto de una
coyuntura económica marcada por alta inflación y escases de productos básicos
sumado al deteriorado del liderazgo de Nicolás Maduro.
El 6 de
diciembre en Venezuela nadie votó a favor, todos votaron en contra: los
opositores en contra de malas políticas económicas y los chavistas en contra de
la embestida que pretende acabar con el “legado” de Hugo Chávez.
Ahora la
alianza opositora cuenta con la mayoría calificada en la Asamblea Nacional,
contará con un tiempo de gracia tras haber usado el búmeran del voto castigo
para darle respuesta a las imperiosas necesidades de los venezolanos acosados
por la delincuencia y el deterioro del poder de compra del Bolívar.
Si la
bancada democrática no se dedica a legislar y controlar al Ejecutivo para
adelantar políticas que reviertan la debacle económica la población se los
demandará, le devolverá el búmeran. Esto podría ser utilizado por el régimen
para ganar fuerzas con vistas a ganar otro periodo presidencial en 2019: ya no
requerirán de inventarse enemigos externos como excusa para su ineficiencia,
tendrán a una mayoría opositora en la Asamblea Nacional como culpable de frenar
sus iniciativas.
Tras la
euforia del triunfo, entendida luego de 17 años de reveses, el conglomerado de
partidos opositores debe cuidar muy bien la planificación de su agenda para el
2016. Si gasta sus energías en guerras internas por alzarse con el liderazgo
opositor –disputado entre el apresado Leopoldo López y el último candidato
presidencial Henrique Capriles-, Venezuela podría perder la oportunidad de
acabar con la pesadilla del llamado Socialismo del siglo XXI vía un referéndum
revocatorio presidencial de mediano plazo o unas elecciones presidenciales a
largo plazo.
El búmeran
cumplió su objetivo el 6D, el voto castigo fue la piedra de David que destrozó
la frente de un corrupto gobierno Goliat. Ahora el instrumento gira en el aire
formando una parábola que en algunos meses retornará en contra del movimiento
opositor venezolano.
«La
economía, estúpido» (the economy, stupid),
fue una célebre frase utilizada por Bill Clinton en la campaña electoral estadounidense
en 1992. Esto debería ser escuchado tanto por el gobierno como por la oposición
en los próximos cuatro años, quien logre responder a las necesidades económicas
de los venezolanos podrá atajar el búmeran del descontento y por primera vez en
décadas llevar a votar a favor de un proyecto y no en contra de una mala
gestión. La economía Nicolás, la economía; la economía Asamblea Nacional, la
economía.
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