jueves, 20 de abril de 2017

Los muertos del 19 de abril: sus campanas doblan por nosotros



Por @Joaquin_Pereira

“La muerte de cualquier hombre me disminuye 
porque estoy ligado a la humanidad, 
por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas: 
doblan por ti”.
John Donne

Carlos Moreno (17) -en Caracas-, Paola Ramírez (23) -en Táchira- y el sargento de la guardia nacional San Clemente Barrios Neomar (?) -en San Antonio de los Altos del estado Miranda- fueron los asesinados en las protestas que se efectuaron en Venezuela este miércoles 19 de abril. 
En esta fecha se conmemora la Declaración del acta de independencia en 1810 ante el imperio español y ahora encuentra a los venezolanos luchando nuevamente por su independencia, pero esta vez ante un régimen opresor que heredó el poder tras la desaparición física del carismático y destructivo Hugo Chávez. 
Los sátrapas del gobierno no se inmutaron y festejaron con bailes luego de forzar a los empleados públicos a marchar a su favor. No se conmovieron por los familiares de Carlos, Paola o de San Clemente. No hubo minuto de silencio ni caras compungidas. 
Cuando un familiar fallece por enfermedad, accidente o por la violencia desatada por la delincuencia, sus allegados deben atravesar el natural periodo de duelo. Pero cuando una muerte se ubica dentro del ámbito de protestas antigubernamentales ese duelo debería extenderse a todos los habitantes de la nación: son también nuestros muertos. Es por esto que me indigna lo rápido que los líderes políticos –de lado y lado- convierten las bajas en simples números y continúan con sus mezquinas aspiraciones por cuotas de poder. 
Entiendo que en Venezuela, donde los índices de asesinatos superan los de cualquier país, la muerte termine por banalizarse, por hacerse parte del paisaje cotidiano, al igual que observar a personas buscando comida entre la basura. Pero me niego a dejar pasar el fallecimiento de compatriotas durante las protestas para continuar en el “cotilleo” político que caracteriza la tierra de Bolívar desde que ascendió al poder la marabunta chavista. 
Es por esto que inicio esta nota con el nombre de los asesinados y no con su cantidad. “Tres muertos” suena a daños colaterales sin importancia; Carlos, Paola y San Clemente suenan a vecino, compañero de clases, familiar, allegado, amigo, hijo. 
Lo que abogo es por rescatar la sensibilidad por el dolor ajeno, porque representen “las campanas que suenan por ti” del poema de John Donne, porque al conmovernos nos fortalecemos como seres humanos y nos alejamos de la alienación de una vida sin sentido, consumista, del desecho y del “sálvense quién pueda”. 
Los muertos del 19 de abril son nuestros muertos, algo debe mover sus pérdidas en nuestras agendas personales, no son los muertos de otros. Debemos detenernos por un momento y reconsiderar nuestras prioridades. 
Sugiero como primera reflexión ponerles nombres y apellidos a los responsables de tales asesinatos. Y no hablo sólo de los que accionaron las armas. Creo que es importante hacerse la pregunta: ¿Qué tan responsable es el Presidente del país ante estos fallecimientos? ¿Su terca obsesión por obstaculizar las elecciones es la causa que llevó a la muerte a estos compatriotas?
No estoy diciendo que sólo pacemos de la apatía a la rabia. Invito a movilizarnos con un objetivo que valore y se conmueva por los caídos. Invito a enarbolar la bandera de “Elecciones ya” como señal de que nos duelen nuestros muertos y apostamos porque no haya un solo caído más en medio de protestas en Venezuela. La decisión final para destrancar el juego democrático está en manos de Nicolás Maduro… en sus manos “rojas, rojitas”.

viernes, 7 de abril de 2017

Retorna el juego del gato y el ratón: Marcha opositora en Caracas




@Joaquin_Pereira

— Qué lo diga de una buena vez… aunque tengo miedo -dijo una joven desde la parte superior del distribuidor Altamira observando la concentración opositora que tomó la autopista al Este de Caracas en la mañana del jueves 6 de abril.


La muchacha hacía referencia a la intervención que hacía en ese momento -con un micrófono y sobre un camión con cornetas- el vicepresidente de la Asamblea Nacional Freddy Guevara. Deseaba que el diputado invitara a marchar al centro mismo del poder chavista, el Palacio de Miraflores.


Su deseo se cumplió en parte, el enérgico líder opositor al régimen de Maduro confirmó que la manifestación no sería un encuentro más donde sólo se escucharían consignas; afirmó que a partir de este día las manifestaciones iban a generar acciones concretas de movilización a lugares emblemáticos del régimen.


- Ahora nos dirigiremos sin violencia a la Defensoría del Pueblo – anunció Guevara.


El objetivo sería presionar a Tarek William Saab,  presidente del Consejo Moral Republicano, para que destituya a los miembros del Tribunal Supremo de Justicia que intentaron romper el hilo constitucional al pretender desconocer las competencias de la Asamblea Nacional con un par de sentencias que luego tuvieron que echar para atrás quizás por presión de la comunidad internacional.


Yo escuchaba los comentarios de las personas que tenía alrededor como si se tratara de un hilo musical que acompaña mis verdaderas preocupaciones: que si allá está Richard Linares, el entrenador de las mises, rodeado de un séquito de jóvenes hermosos; que si acaba de llegar Henry Ramos Allup presidiendo la comitiva de Acción democrática; que mira a esa señora loca que se lanza de “culicrós” hacia la autopista por una pendiente demasiado empinada;…


Lo que a mí en realidad me preocupaba era el sol abrazador de esa hora que convertía el aire en metal derretido. Tuve que sacarme la camisa y ponérmela en la cabeza para no terminar desmayado y además insolado como una langosta cosida.

Cuando la marcha empezó a avanzar por la autopista rumbo al oeste de la ciudad –hacia el bastión chavista-,yo quise adelantarme tomando la ruta de la avenida Francisco Fajardo. Lo primero que me llamó la atención es que al mismo tiempo que en la autopista se vivía casi una escena de pre batalla tipo Game of Thrones, por donde yo caminaba se observaba la vida cotidiana de la ciudad: un joven perseguido por un grupo que lo acusaba de ratero, la miríada de vendedores de cigarros y café, los niños saliendo del colegio,…

Una vez alcanzado el sector de Plaza Venezuela me topé de frente con el batallón de guardias y policías nacionales que esperaba a la marcha opositora para impedirles llegar al destino trazado. La defensa del régimen incluía la utilización de varios vehículos llamados ballena desde los cuales envían chorros de agua y lanzan bombas lacrimógenas a los manifestantes.

Antes incluso de que comenzaran las primeras escaramuzas entre los manifestantes opositores y los guardianes de la paz del régimen distópico que controla el gobierno del país, se notaba el intenso olor de las bombas lacrimógenas sin siquiera haberlas lanzado. En un momento dado estuve en una especie de callejón sin salida rodeado de miembros de los equipos antimotines. Tuve que retroceder y buscar calles alternas para salir del atolladero.

En ese momento llegó la cabeza de la marcha y de inmediato comenzaron a llover bombas lacrimógenas. Creo que no hubo ni siquiera el amago de intentar mediar mediante la palabra con los marchistas.

Pero como ya en Venezuela estamos acostumbrados a recibir “gas del bueno” como eufemísticamente lo llamaba el extinto presidente Chávez, los manifestantes dispusieron tanto de su kit anti asfixia como de su kit de contrataque. Unos jóvenes se enfrentaron con los funcionarios represores y hasta quemaron basura cerca del centro comercial El Recreo.

Luego de caminar varias cuadras llegué al sector de Chacaito y bajé nuevamente a la autopista, en el sector donde se observan dos grandes pancartas que desde hace meses solicitan la liberación del líder opositor Leopoldo López, preso por el régimen desde el 2014.

Un grupo de opositores estaba reuniendo piedras para cerrar el paso por las vía. Un joven me pidió ayuda para cargar una defensa metálica que estaba suelta a un lado. Intervine en modo Gonzo –como el célebre periodista norteamericano que experimentaba situaciones extremas para luego escribir sobre ellas-, aunque estaba claro que no formo parte de ningún grupo político. Al colocarla donde se me indicó noté que la barricada estaba liderada por dos curiosos personajes, una abuela llamada Consuelo, que usaba la bandera nacional como capa de súper heroína, y su nieta de 8 o 9 años llamada Gepsy, que recolectaba pequeñas piedras para lanzárselas a los motorizados que querían pasar la improvisada alcabala.

No podía más que conmoverme con la inocencia de esos manifestantes que se esforzaban en levantar su guarimba –como se les llama en Venezuela a las barricadas recordando un juego de niños-. ¿Cómo no se daban cuenta que su esfuerzo no serviría de nada cuando la lluvia de bombas lacrimógenas llegara al sitio? Concluí que la desesperación de vivir en dictadura y con penurias económicas y de inseguridad hacen que cualquier acción sea catártica, aunque fuera inútil.

Cuando las bombas llegaron tuve que correr y casi una moto me lleva por delante. A punto estuve de perder también el celular en la huida.


Al acercarme al sector de El Rosal, donde hay varios edificios tomado por entes del gobierno, presencié una trifulca entre manifestantes opositores y trabajadores públicos pro régimen –patriotas cooperantes se les llama en esta distopía de país:


-Mamaguevo, baja acá y me lo dices en mi cara. Jalabola, chavista de mierda –gritaba un opositor histérico.


Más atrás un chamo tomaba una china de su kit de ataque y lanzó varias piedras hacia los trabajadores pro gobierno. Tuve que resguardarme detrás de un quiosco para no ser alcanzado por algún peñonazo que no distinguiera afiliación política.


Caminando unas cuadras pude llegar al centro comercial Sambil para recomponerme en el baño. Allí ya estaban varios opositores que comentaban la situación del país:


-Esto no pasa de tres meses: sin gasolina, sin comida y con la presión internacional Maduro deberá renunciar y llamar a elecciones –decía un esperanzado señor.


Salí del baño y fui a cargar el celular en esas islas que dispone el local para ese fin, parecidas a las de los aeropuertos. Mientras alimentaba la pila de mi equipo noté como los locales cerraban sus puertas y poco a poco el más visitado centro comercial de la capital se convirtió en el escenario típico de una película de zombies.


Tuve que retirarme del centro comercial y busque acercarme a la Plaza Altamira sabiendo por experiencias anteriores de que allí se concentraría el último reducto de la manifestación opositora. Efectivamente un grupo de jóvenes encapuchados, con piedras, baras de metal y bombas molotov habían cerrado las principales vías de la zona quemando basura y acumulando escombros.


Me senté en la plaza a ver el espectáculo mientras el sol se iba ocultando. Delante de mí estaba un señor bastante mayor vestido impecablemente y sentado sobre un periódico; la estampa me pareció conmovedora: ¿En qué estaría pensando? ¿Quizá se preguntaba en que falló su generación para que el país llegar a este callejón sin salida cada vez más bizarro?


A mi lado estaba una pareja joven. Él tenía el aspecto de uno de esos miembros de las maras centroamericanas. Ella cargaba un bolso tricolor con el mapa de Venezuela cosido al frente. Ambos aprovechaban la manifestación para vender palmeritas. ¿Se habrán resignado a verse como vendedores ambulantes como única opción de supervivencia en un país asfixiado por el desempleo y la inflación? ¿Por qué no se sumaban a los manifestantes? ¿Desesperanza aprendida o quizá un hijo que los esperaba junto a la abuela pidiendo su respectivo tetero para la cena?


Me retiré del sitio y abordé el último tren del Metro antes que cerraran la estación por la protesta. En el subterraneo noté a los usuarios con los rostros más cansado que de costumbre, como si todos regresaran de un viaje a la playa. Pudo ser el caluroso día que tuvimos pero intuyo que el cansancio responde a la historia sin fin en que se ha convertido las disputas gobierno-oposición.


En el vagón, el infierno cotidiano continuaba: vendedores de golosinas, pedigüeños con lesiones bizarras, borrachos,… se mezclaban con niños que cargaban las láminas de una exposición escolar y de trabajadores que regresaban a sus casa luego de una jornada cuyo rédito ya nos les sirve para sobrevivir.


Al desembarcar en la estación desde donde tomaría un transporte hacia mi hogar, vi a un grupo de mujeres haciendo bailoterapia en un gimnasio y comprendí por qué el chavismo se ha mantenido en el poder incluso luego de la muerte de su “comandante eterno”: mientras señoras mayores e infantes armaban barricadas en un sector de la ciudad, en otro un grupo de féminas movían el culo al ritmo del más reciente tema de Ricky Martin.


El día en que el grueso de la población se tome en serio la exigencia de sus derechos y presione al régimen para que haya elecciones, Venezuela podrá renacer de sus cenizas. «¡Bochinchebochinche! Esta gente no es capaz sino de bochinche», 
como dijo alguna vez el creador de nuestra bandera nacional, el Generalísimo Francisco de Miranda.

Reflexiones post crónica


* Quería titular esta crónica con la pregunta “¿El principio del fin?”, quizá con la esperanza de que las protestas se intensifiquen y saquen del poder a esa cuerda de delincuentes que han llevado al país a comer de la basura. Pero luego de ver las reacciones de la población en general y de los medios del Estado creo que el sufrimiento del venezolano va para largo.

* Revisando twitter luego de la marcha me percaté de una campaña sucia del régimen para desinformar. Una de las estrategias fue tuitear fotos de diputados que supuestamente estaban viajando mientras sus seguidores se enfrentaban en las calles. Yo fui testigo de la presencia por ejemplo de Henry Ramos Allup en la marcha por lo que era falso que había evitado participar en la manifestación.

jueves, 14 de enero de 2016

Se perdió la capa de invisibilidad de Chávez




Por años los jerarcas chavistas en Venezuela –como Diosdado Cabello y Cilia Flores- gozaban de una especie de impermeable “capa de invisibilidad” que les permitían no contestar las preguntas de la prensa libre. La hegemonía comunicacional y el control de los poderes que heredaron de la gestión de Hugo Chávez les permitía evadir el cuestionamiento sobre temas tan álgidos como la corrupción y el narcotráfico. Eso se acabó el 5 de enero con la instalación de la nueva Asamblea Nacional con mayoría demócrata.
Los secuestradores del poder en Venezuela durante 15 años se acostumbraron -como el célebre mago Harry Potter- a evadir la discusión libre al cubrirse con una tela discursiva ideológica cansina que era repetida por sus acólitos luego de ser replicada fielmente por los medios controlados por el gobierno. Periodistas que no preguntaban y contralores que no investigaban hicieron que una casta de malandros se emperifollara con las marcas más costosas provenientes de ese Imperio al que tanto critican,  mientras manipulaban al pueblo con un discurso de seudoizquierda populista.
Los personajes con más poder en Venezuela y que rehuían con más tenacidad los micrófonos de medios libros, Diosdado Cabello y Cilia Flores, tuvieron que enfrentar las preguntas de los periodistas que volvieron a tener acceso a la Asamblea Nacional luego de ser excluidos por años cuando el Poder Legislativo estaba manejado por una mayoría oficialista.
Acostumbrada a no ser cuestionada a quemarropa, Cilia Flores no se esperaba al arribar a la instalación del nuevo parlamento la pregunta del periodista del Diario Tal Cual Víctor Amaya: “Diputada… ¿en algún momento declarará sobre los narcosobrinos?”. La respuesta fue una sonrisa nerviosa y un toqueteo caprichoso en el ombligo del periodista.
La llamada “primera combatiente”, esposa del presidente de Venezuela Nicolás Maduro, había rehuido por semanas a los periodistas que pudieran interrogarla sobre el caso de dos familiares cercanos capturados infraganti por funcionarios policiales de Estados Unidos cuando planificaban traficar cocaína al país norteamericano. La pregunta será reiterada una y otra vez por los periodistas de medios no controlados por el gobierno en cada sesión de la Asamblea Nacional a la que asista la relecta diputada. Ya no podrá evadirse.
Por su parte el presidente saliente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello no pudo escapar de la cuadrilla de reporteros que se arremolinó a su alrededor cuando de forma premeditada llevó a su bancada a dejar la sesión como huida hacia adelante a las futuras interpelaciones que se harán en el seno del Poder Legislativo restaurado en su autonomía.
Una periodista en especial le incomodaba, no por recibir algún maltrato por parte de la comunicadora, sólo por escuchar preguntas no complacientes. Su respuesta muestra la calaña de la que está hecho: “Tú eres muy adeca”, le dijo el múltiplemente señalado por organismos internacionales de estar supuestamente involucrado con el narcotráfico. Para los que no son venezolanos, “adeca” hace referencia a ser solidaria de Acción Democrática, partido del que por cierto forma parte el nuevo presidente de la Asamblea Nacional Ramos Allup.
Este legislador en su discurso de entronización en su cargo dejó claro la agenda del Poder Legislativo en los próximos meses: Recuperar la autonomía de la Asamblea Nacional frente al oprobioso control que había hasta ahora por parte del Ejecutivo; promulgar una ley de amnistía y reconciliación nacional para liberar a las decenas de presos políticos que mantiene encarcelado el régimen; y buscar una salida constitucional, democrática, pacífica y electoral para la secesión del actual gobierno.

La cobija del poder les queda cada vez más corta a los rojos. Los hijos de Chávez se encuentran desnudos y deberán mostrar sus miserias ante un pueblo arto del hambre, las colas y la inseguridad. Se les perdió la capa de invisibilidad que los protegía hasta ahora.

domingo, 13 de diciembre de 2015

¿Dónde estabas cuando murió Hugo Chávez?




Para tener una visión profunda y panorámica de la Venezuela contemporánea deberías leer dos libros: Patria o Muerte de Alberto Barrera Tyszka y El poder de los secretos de Nelson Bocaranda Sardi y Diego Arroyo Gil. Ambas publicaciones tienen un tema en común, la muerte del líder de la revolución bolivariana Hugo Chávez Frías.
Mientras el libro de Barrera muestra la vida de personas de a pie dentro de una historia de ficción con el telón de fondo de la realidad venezolana, el de Bocaranda muestra a protagonistas reales de la historia que por fortuna o desgracia manejaron el poder político y económico del país. Un libro está dirigido a nuestro lado derecho del cerebro y a nuestras emociones, el otro es procesado mejor por el lado izquierdo del cerebro, por nuestra racionalidad.
Llegaron al mismo tiempo a las vitrinas de las librerías en noviembre del 2015 y con el mismo precio de venta al público -4900Bs-. Pero te sugiero que inicies por el de Bocaranda y Arroyo, pues siguiendo la trayectoria profesional del mejor “dateado” periodista venezolano podrás entender “aquellos barros que trajeron estos lodos”.

El poder de los secretos
Ya habrás escuchado alguna vez como el desgaste de los partidos tradicionales llevaron a un carismático militar proveniente de estratos populares a convertirse en cabecilla de un movimiento de izquierda que sedujo a los venezolanos y contagió a varios países latinoamericanos. Pero una cosa son los titulares y otras los entretelones de las noticias.
Esas historias que se entrelazan como una tela de araña sólo puede ser descifrada por quien ha estado décadas detrás del “tubazo”, como se conoce en el argot periodístico a una información importante y aún no divulgada: Nelson Bocaranda se ha codeado con los principales protagonistas de la vida política de Venezuela y como podrán ver en su libro la política tiene mucho de espectáculo.
Un periodista casado de por vida con el género periodístico de la noticia mutada en tiempos de Twitter en “runrunes” –con casi 2 millones de seguidores en esa red social-, requirió de los buenos oficios de un destacado editor para decantar en un libro el sinfín de anécdotas que lleva archivadas en su memoria junto a su colección de chistes. Fue el joven periodista Diego Arroyo Gil quien logró destilar los secretos del veterano reportero y presentarlo en un texto sin ningún desperdicio, puro lomito.
Dos detalles de la portada no quiero dejar de mencionar: en primer lugar, el retrato de Bocaranda del fotógrafo Roberto Mata presenta un trabajo de edición que se convierte en ironía pues resalta los ojos del periodista cuasi remedando al icono de los ojos de Chávez que tanto han utilizado sus herederos en la pasada campaña electoral por la conformación de la Asamblea Nacional; y en segundo lugar está la tipografía usada en los títulos, esa Courier que nos remite a las máquinas de escribir utilizadas en la vieja guardia, todo un detalle para quienes amamos el oficio del periodismo y que no los edulcoramos llamándolo comunicación social.
Pasando al interior del libro, el lector descubrirá no sólo el poder que han tenido los secretos para Bocaranda sino más bien su red de contactos ganados a pulso en las innumerables horas de vuelo tras la noticia. Además de responder a las dudas que todavía se tienen sobre el tipo de cáncer y el lugar y día del fallecimiento de Hugo Chávez, el libro nos brinda un ramillete de otros datos jugosos: ¿sabías que el avión donde murió el animador y aspirante a presidente Renny Ottolina estaba preparado para que viajara otro político?; ¿creerías que Bocaranda pagó por el funeral de un presidente venezolano en Nueva York?; ¿te gustaría saber qué presidente norteamericano becó a Bocaranda para que estudiara en Estados Unidos luego de que éste se arriesgara a entregarle una tarjeta cuando cubría la visita del mandatario al país?
Estas son sólo algunas de las curiosas historias que podrás conocer y lucirte al comentarlas con tus allegados luego de leer El Poder de los secretos.

Patria o muerte
Luego de disfrutar de una visita guiada por la historia del poder en Venezuela -“chapeando” con el carnet de periodista de Bocaranda-, te invito a que desentrañes el enigma de la sociedad venezolana que vivió y sufrió a Chávez por medio del verbo poético de Barrera en Patria o muerte.
Y efectivamente esos barros –adecos y copeyanos- trajeron estos lodos -chavistas-, los que se muestran en la conmovedora foto de la portada del libro en la que se ve a una inocente niña abriendo una puerta sin fijarse aún en la suciedad del piso.
Un poco a lo Short Cuts Robert Altman, Barrera logra entrelazar historias paralelas de personajes que aparentemente no tienen nada que ver entre sí salvo la omnipresencia –u omniausencia- de Hugo Chávez. Combina de forma magistral un exquisito manejo del lenguaje con una visión sociológica precisa y sutil.
En un país altamente polarizado en torno a la figura de Hugo Chávez y la cuasi religión de quienes quieren perpetuar su legado, hay un sector de la población que pocas veces es tomado en cuenta en el vaivén de discusiones sobre el tema: los niños. Y precisamente son dos niños los personajes más metafóricamente poderosos en el relato de Barrera, convirtiendo su estupor en un reflejo de lo que el país entero vivió –y aún vive- tras la muerte del carismático caudillo.
Pareciera que escribir sobre personajes con cáncer le ha dado buena suerte a Barrera, con Patria o muerte obtuvo el XI Premio Tusquets Editores de Novela, y con su anterior novela La enfermedad recibió el Premio Herralde. Un tema tan devastador sólo es posible de comprenderse y de describirse usando las palabras con cuidado quirúrgico, y el escritor ha demostrado en ambos casos que es un cirujano del lenguaje de pulso firme.
Para muchos parece casi increíble que millones de personas se vieran seducidas por el verbo de Hugo Chávez, mucha tinta ha corrido en innumerables artículos y ensayos tratando de explicarlo. Barrera logra en uno de los capítulos del libro desentrañar el misterio al mostrar un monólogo de un personaje que comienza el resumen de su vida con la frase “Yo fui pobre desde siempre” y explica como Chávez cambió su vida: “nosotros sentíamos que no éramos nadie, que no teníamos valor, que no importábamos… Chávez me enseñó a ser yo y a no tener vergüenza”.
Pero no crean que la novela es una apología del chavismo; como bien observó el nobel Gabriel García Márquez cuando lo conoció, Hugo Chávez eran dos personajes en uno, y esta idea es reiterada por Barrera en su libro: santo y demonio, líder y temeroso, salvador y alcahuete,… la dualidad era su principal característica y la división que generó entre los venezolanos su más dramático legado.

Mi Chávez particular
La voz de Chávez fue un rumor de fondo que acompañó a todos los venezolanos durante veinte años desde que lo escuchamos en  televisión con su “Por ahora”, luego de entregarse tras su frustrado intento de golpe. Acompañó nuestras celebraciones y nuestros duelos, nuestros miedos y esperanzas. Aún sufrimos el eco de esa voz.
La primera vez que lo vi de cerca fue en 1998 sobre un improvisado pódium cerca de la estación del metro de Petare, al Este de Caracas. Como si de repente sintiera un mal presentimiento, ese día tomé la decisión de pedir la doble nacionalidad a la que tengo derecho por ser hijo de portugueses; algo me decía que el país caería en una espiral de destrucción luego de la ascensión al poder de ese militar bocazas. No me equivoqué.
La próximo vez que lo tuve cerca fue el día en que se realizaba una misa por la graduación de mi corte de periodismo en la universidad Central. Para entonces ya trabajaba en una agencia de noticias y no pude asistir a la ceremonia religiosa porque tuve que cubrir la inauguración de la estación del metro Zona Rental con la asistencia del primer mandatario nacional. No fui a una misa católica para terminar yendo a un encuentro cuasi religioso por lo que comprendería después: alrededor de Chávez se ha formado una secta que podríamos calificar de destructiva por sus efectos devastadores sobre todos los ámbitos del país.
Ya como periodista graduado tuve la oportunidad de estar presente en el set de uno de los programas dominicales de televisión Aló Presidente. Puedo confirmar la existencia de ese personaje dual que retrata muy bien Barrera en su novela cuando presenta una escena similar.
En otra ocasión asistí a la premier de una película inspirada en el Caracazo –revuelta popular sangrienta ocurrida en 1989-, a la cual asistía Hugo Chávez. El círculo de protección en torno al Presidente era intimidante.  A un par de asientos frente a mi estaba sentado un individuo con un morral que despertó la sospecha de uno de los escoltas, el cual se abalanzó sobre el individuo. Al final fue una falsa alarma pero la tensión que generó el suceso me hizo afirmar: “más nunca veo una película con Chávez”.
Años después, cuando el mundo entero temía que el mundo se acabaría el 21 de diciembre de 2012 y yo estaba en el santuario de la Virgen de Fátima en Portugal, Chávez libraba las últimas batallas contra el cáncer en un quirófano de Cuba. Cuando días después mirábamos los fuegos artificiales en la isla de Madeira por el Año Nuevo, todos hablaban de dos personajes: Cristiano Ronaldo –quién visitó su isla natal por 24 horas- y Hugo Chávez –que en las redes sociales se aseguraba había fallecido-. Aún hoy muchos dudan de la fecha y lugar de su muerte, inquietud que es tratada especialmente en los dos libros sobre los que hablamos en este artículo.

Y ahora cuéntame, realiza un ejercicio de memoria: ¿Dónde estabas cuando murió Hugo Chávez?

martes, 8 de diciembre de 2015

Venezuela: El peligroso búmeran del voto castigo


En Venezuela lo que más funciona en las elecciones es el voto castigo, un peligroso búmeran que pocos líderes saben manejar una vez utilizado a su favor.
<<Cuando no eres capaz de enamorar a una población canaliza su odio>>, esa podría ser el resumen de la estrategia política más rentable en Venezuela en las últimas décadas: le funcionó a Hugo Chávez en 1998 contra la alternancia blanco y verde de los partidos tradicionales y le funcionó ahora a los grupos opositores al régimen de Nicolás Maduro en las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre de 2015.
Mientras el precio del petróleo presentaba valores altos en el mercado, el finado presidente Hugo Chávez supo evadir el descontento popular –el retorno del búmeran- gracias a una fuerza opositora dividida y al derroche de dadivas convertidas en misiones destinadas a seducir a los amplios sectores depauperados del país.
La oposición atrapada en competir entre sí por el liderazgo aprendió la lección luego de varias derrotas electorales y ante la súplica de unidad de sus simpatizantes. Logró capitalizar el descontento de la población producto de una coyuntura económica marcada por alta inflación y escases de productos básicos sumado al deteriorado del liderazgo de Nicolás Maduro.
El 6 de diciembre en Venezuela nadie votó a favor, todos votaron en contra: los opositores en contra de malas políticas económicas y los chavistas en contra de la embestida que pretende acabar con el “legado” de Hugo Chávez.
Ahora la alianza opositora cuenta con la mayoría calificada en la Asamblea Nacional, contará con un tiempo de gracia tras haber usado el búmeran del voto castigo para darle respuesta a las imperiosas necesidades de los venezolanos acosados por la delincuencia y el deterioro del poder de compra del Bolívar.
Si la bancada democrática no se dedica a legislar y controlar al Ejecutivo para adelantar políticas que reviertan la debacle económica la población se los demandará, le devolverá el búmeran. Esto podría ser utilizado por el régimen para ganar fuerzas con vistas a ganar otro periodo presidencial en 2019: ya no requerirán de inventarse enemigos externos como excusa para su ineficiencia, tendrán a una mayoría opositora en la Asamblea Nacional como culpable de frenar sus iniciativas.
Tras la euforia del triunfo, entendida luego de 17 años de reveses, el conglomerado de partidos opositores debe cuidar muy bien la planificación de su agenda para el 2016. Si gasta sus energías en guerras internas por alzarse con el liderazgo opositor –disputado entre el apresado Leopoldo López y el último candidato presidencial Henrique Capriles-, Venezuela podría perder la oportunidad de acabar con la pesadilla del llamado Socialismo del siglo XXI vía un referéndum revocatorio presidencial de mediano plazo o unas elecciones presidenciales a largo plazo.
El búmeran cumplió su objetivo el 6D, el voto castigo fue la piedra de David que destrozó la frente de un corrupto gobierno Goliat. Ahora el instrumento gira en el aire formando una parábola que en algunos meses retornará en contra del movimiento opositor venezolano.

«La economía, estúpido» (the economy, stupid), fue una célebre frase utilizada por Bill Clinton en la campaña electoral estadounidense en 1992. Esto debería ser escuchado tanto por el gobierno como por la oposición en los próximos cuatro años, quien logre responder a las necesidades económicas de los venezolanos podrá atajar el búmeran del descontento y por primera vez en décadas llevar a votar a favor de un proyecto y no en contra de una mala gestión. La economía Nicolás, la economía; la economía Asamblea Nacional, la economía.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Venezuela: Después del 6D la lucha es con el Minotauro




Después de la muerte de Chávez en extrañas circunstancias -pues ni se sabe realmente la fecha de su fallecimiento- Venezuela entró en un laberinto del que pareciera no haber salida.
En febrero de 2014 los venezolanos pensaron que las protestas callejeras eran el hilo de Ariadna que los sacaría del infierno que estableció Chávez con su Socialismo del siglo XXI.
Se equivocaron y el laberinto se volvió más bizarro: el precio del petróleo cayó en picada, la inflación se disparó, se agudizó la escasez de alimentos y productos básicos, aumentaron la criminalidad y el secuestro, los servicios básicos de agua y electricidad colapsaron, la persecución política se hizo descarada…
La esperanza de encontrar “La salida” se convirtió en una trampa que los sumió más profundamente en el laberinto. El escapismo como opción se hizo imposible, tanto el externo al optar por la emigración dado el brutal incremento del dólar paralelo, como el interno con las burbujas psicológicas de negación dada la escasez y la violencia que saltó de la calle y se introdujo en la sala de todos. A los venezolanos se les ha acorralado y se les empuja al centro de la maraña roja donde el aterrador gruñido del Minotauro los espera.
Todos saben que no hay escapatoria, la única forma de destruir el entramado de tortura en el que han sumido al país es enfrentar al monstruo que se esconde en las sombras del poder.
Pero como en toda batalla, los guerreros toman un compás de aliento antes del enfrentamiento final: en eso se ha convertido la elección de los nuevos parlamentarios de la Asamblea Nacional el 6 de diciembre, en una tensa espera para luego enfrentar al monstruo.
Ya todos sabemos el resultado de estas elecciones: el régimen desprovisto de dólares y bajo el escrutinio democrático tanto interno como externo no podrá torcer la voluntad popular. La fuerza opositora obtendrá la mayoría simple en el Poder Legislativo gracias al 30% de ventaja que ha alcanzado según todas las encuestas ante el famélico régimen incapaz de recortar la avalancha del voto castigo con su campaña de miedo, la repartición de migajas y barajitas, y su fantoche propaganda –incluyendo el intento de resucitar virtualmente a Chávez.
Al amanecer del 7 de diciembre los venezolanos verán de frente los colmillos sangrientos y los ojos azules del Minotauro. Con la fuerza de una mayoría en la Asamblea Nacional la batalla tiene ahora un único contendor: Diosdado Cabello, el monstruo. 
El régimen intentará dar sus últimos zarpazos intentando anular al Poder Legislativo con una ley habilitante presidencial y los militares que han venido cebando con dólares en los últimos años.  La batalla final con el monstruo no será fácil, nos espera meses de intenso enfrentamiento, pero a diferencia del pasado, el venezolano ya no espera porque venga alguien a resolverle su embrollo, sabe que no puede esquivar la lucha.
Luego del 6D Venezuela entra en un periodo de fiebre dado el incremento sustancial de anticuerpos que despertarán y se activarán para atacar y destruir el narco-estado que la tiene enferma.
Hasta ahora los venezolanos luchaban por destruir los tentáculos del chavismo que al cortarlos se multiplicaban. Ahora tienen claro que el objetivo no es atacar los síntomas de un país colapsado sino acabar con la causa primigenia de sus males: la lucha ahora es de frente con el Minotauro, la lucha ahora es democrática, pacífica y constitucional- contra Diosdado Cabello y su insolado séquito. Esa es la salida.


martes, 24 de noviembre de 2015

Argentina: Hola Macri - Adiós Chávez




Con la victoria presidencial de Mauricio Macri el domingo 22 de noviembre, Argentina le da el definitivo QEPD a Hugo Chávez y su proyecto totalitario trasnacional que subsidió con petrodólares a los gobiernos de Cristina Fernández y al de su esposo Néstor Kirchner.

Esto ocurre a dos semanas de otras elecciones fundamentales para enterrar al chavismo, esta vez en Venezuela con la escogencia de su Asamblea Nacional, proceso que según todas las encuestas lidera el movimiento opositor democrático superando en 30% al oficialismo.

Parece que los astros han cambiado la posición que potenció hasta ahora la fuerza de la izquierda que contagió a Sudamérica en los últimos años. La muerte del líder carismático Hugo Chávez y la caída de los precios del petróleo son dos razones de esta debacle, sumado al desencanto de las masas populares al verse traicionadas en sus aspiraciones de mejoras sociales.

Definitivamente comienza a cambiar el mapa electoral en América Latina que ya se había a acostumbrado a teñirse de rojo en varios países. El hartazgo a la mentira y el populismo radical como política de Estado ha cobrado tal fuerza que ya es inevitable que se imponga en las urnas electorales la opción opositora, como vimos en Argentina: Mauricio Macri obtuvo el 51.40 de los votos frente al 48,6% de Daniel Scioli.

Si miramos de cerca los números, estos muestran a una sociedad argentina aún dividida en dos mitades casi iguales. Entonces, ¿cómo logró Macri lo que parecía imposible?, ganarle al candidato del peronista Frente por la Victoria que llevaba 12 años en el poder y contaba con todo el poder económico y mediático del gobierno.

Algunos dirán que el cambio se debe a un natural fin de ciclo político, que le exige oxigenación a un ya longevo movimiento peronista que salvo en los periodos de dictadura militar lograba hasta ahora alzarse con el poder en Argentina. Pero hay un importante ingrediente que en esta oportunidad movió la balanza electoral en contra de un kirchnerismo atornillado en el poder por 12 años: dólares, faltaron dólares.

El ingrediente que faltó en la campaña electoral por la presidencia de Argentina en esta oportunidad fue el apoyo económico del régimen venezolano. Hay que recordar que esta colaboración trasnacional del movimiento chavista se vio develada el 4 de agosto de 2007 cuando se apresó en Argentina a un empresario venezolano-estadounidense, Guido Antonini Wilson, con una maleta con 790.550 dólares que no habían declarado a su llegada al país sureño. Éste confesaría que la valija estaba destinada a financiar la campaña de la que fue electa como presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. El FBI posee grabaciones donde se pone en evidencia que los gobiernos de Venezuela y Argentina habrían acordado ocultar la fuente y el destino de los casi 800.000 dólares decomisados a Antonini, siempre y cuando este último colaborara en la investigación adelantada por Estados Unidos.

El verbo incendiario del presidente Hugo Chávez que alentó a los movimientos de izquierda en América Latina estaba alimentado por un inusitado incremento en los precios del petróleo. Estos actualmente entraron en picada provocando el corte de las transfusiones de dólares entre el centro del imperio chavista y sus gobiernos satélites. Además, Chávez está muerto muy a pesar de quienes tercamente quieren utilizar las grabaciones de sus discursos en las campañas electorales: Su voz sin dólares se está extinguiendo y el triunfo de Macri en Argentina es prueba de ello.

No es descabellado pensar que la victoria de la derecha en el país donde se originó el tango ponga a bailar una milonga a otros países en una especie de efecto dominó. El primero de ellos será precisamente la cuna del chavismo el 6 de diciembre en las sus elecciones parlamentarias.

Es muy significativa la presencia en Argentina durante la celebración por el triunfo de Macri de Lilian Tintori, la esposa del líder opositor venezolano Leopoldo López, condenado a casi 14 años de prisión en un amañado juicio “revolucionario”. El ahora presidente electo de los argentinos llegó a declarar durante su campaña que una vez llegara a la Casa Rosada pediría al Mercosur la aplicación de la carta democrática contra Venezuela y su salida de esta plataforma multinacional.

Los vientos rojos que provenían del norte de Sudamérica y bajaba hasta la Patagonia detuvo su fuerza y ahora surge una ráfaga de aire claro en dirección contraria.  El triunfo de Macri no sólo fue aplaudido por sus seguidores en Argentina sino por la mayoría de los venezolanos previo a su próxima cita electoral, que ya se encontraban esperanzados por lo que reflejan las encuestas y ahora se envalentonan viendo como el régimen pierde a uno de sus más importantes aliados en el contexto internacional.

Pero no hay que cantar victoria tan rápidamente, aunque efectivamente el chavismo está muerto, los efectos que provocó en América Latina aún nos afectarán por un periodo aún indeterminado.

En el caso de Argentina, Macri hereda un país quebrado con 4 años de estancamiento económico y con el aparato productivo asfixiado en la obtención de divisas. El nuevo presidente de los argentinos efectivamente comenzará su gobierno con las manos atadas y no sólo en lo económico sino en lo político pues el árbol seco del kirchnerismo aún mantiene sus raíces tanto en el Senado como en los sindicatos.

Esperemos que se cumpla la máxima del peronismo de alejarse de los perdedores y permita crear las alianzas necesarias para que el nuevo gobierno pueda poco a poco eliminar el torniquete de divisas y se dinamice la aletargada economía argentina.

Por lo pronto los venezolanos celebran con dulce de lechosa la muerte del cristinismo -fase superior del kirchnerismo y cúspide del peronismo- como un positivo presagio de cambio para Venezuela. Argentina termina un ciclo, y con él se inicia el fin del populismo latinoamericano. Eso esperamos.