miércoles, 23 de abril de 2014

Venezuela y sus cuatro jinetes del apocalipsis





Los venezolanos se levantan cada día con la premonición o el deseo de la caída del régimen que tiene secuestrado el poder en la tierra de la arepa, el petróleo y las misses. Mientras tanto tienen que enfrentarse a cuatro jinetes que anuncian su particular apocalipsis tropical. 
Sobre un caballo blanco galopa el jinete de la censura: en su camino va comprando medios para silenciar las voces disidentes, devora el poco papel que queda en las prensas generando el cierre de periódicos y sus cascos alborotan los charcos aumentando la proliferación de sapos rojos que señalan y persiguen a los opositores – hasta en twitter.
Detrás de él lo sigue un caballo rojo de la delincuencia:   Su jinete se aburrió de robar zapatos o celulares como en los años 90 y decidió superarse a sí mismo probando suerte con el secuestro exprés; ahora mata por diversión sabiendo que si va preso lo espera un paraíso de fiesta, droga y pronta libertad con una operación “cayapa” promovida por el régimen.
Luego se acerca el caballo negro de la hambruna: la figura huesuda que lo monta no soporta ver a la gente rozagante así que va dejando a su paso terrenos y empresas improductivas para provocar escasez.  Los venezolanos notan su huella en los anaqueles vacíos y en los sistemas de racionamiento que se van implementando en la venta de productos de primera necesidad.
Por último galopa el caballo verde grisáceo de dos cabezas de la represión: una de ellas –la institucional- vomita gases lacrimógenos y perdigones; otra –la paramilitar- dispara balas y golpea con tubos. Aunque escucha  los gritos que le recuerdan los derechos humanos,  lo constitucional de la protesta pacífica, y  la no prescripción de los delitos de lesa humanidad, su jinete se ríe con una dentadura ennegrecida por masticar petróleo.
En definitiva, la Venezuela actual no es un país para viejos –como aquella película protagonizada por Bardem-. Quizás sea por eso que los que mejor la entienden sean sus estudiantes quienes desde el día de la juventud, el pasado 12 de febrero, decidieron dejar las aulas y dictar ellos mismos cátedra en las calles con marchas, barricadas y cocteles molotov.
Miedo, impotencia, rabia y caos, es la tortura diaria que viven los venezolanos. Decepcionados de esperar un mesías que le devolviera la democracia con votos y ya sin fe en la comunidad internacional, comienzan a reconocer  esa fuerza interna que sólo surge cuando se comprende que nadie te va a ayudar y que debes ganar tu libertad con tus propias manos… en legítima defensa.  El fin de la dictadura se acerca.

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