jueves, 9 de enero de 2014

Sismo social por asesinato de Mónica Spear



Por @Joaquin_Pereira

Siempre me he preguntado por qué es tan fácil leer un titular como “En Venezuela hubo 24.763 muertes violentas” y nos puede hacer temblar la voz otro como “Asesinan a Mónica Spear y asu esposo en un intento de robo”.
El epicentro del suceso ocurrió en una carretera del estado Carabobo, en la noche del 6 de enero del 2014. Mónica Spear se trasladaba con su esposo e hija cuando al caer en un hueco un caucho se pinchó. Cuando estaban siendo auxiliados por una grua, cinco jovenes los abordaron para robarles. Una bala acabó con la vida de la joven actriz, una bala acabó con la vida de su esposo, una bala aún está en la pierna de su pequeña hija.
Es que la muerte de una persona es como un terremoto que afecta de forma diferente a quienes se sienten cercanos o lejanos al suceso. Y Spear se había metido en el corazón de los venezolanos de múltiples formas comenzando con el Miss Venezuela.
Los niños venezolanos crecen con tres fantasías: ser beisbolista de las grandes ligas, ser miss Universo o ser Presidente. Con la muerte por una enfermedad voraz del presidente Chávez y el asesinato de Mónica Spear nuestra burbuja inconsciente infantil donde nuestros ídolos nunca mueren se rompe: ¿si a ellos les pasa qué no nos depara el destino a nosotros?
Además la actriz Mónica Spear protagonizó telenovelas que la colocaron en papeles muy enternecedores: en Mi Prima Ciela – remake de Elizabeth- encarnó a una joven condenada a muerte por una enfermedad incurable, la única telenovela que conozco donde su protagonista fallece en la historia; luego le tocó un personaje con síndrome de asperger en la telenovela de Leonardo Padrón La mujer perfecta, a raíz del cual se involucró con labores altruistas ayudando a niños con la misma situación.
Es por esto que no entiendo por qué en las redes sociales algunos insisten en decir que la gente sólo se conmueve porque era famosa y no lo hace por un desconocido: es lógico, es igual como con un familiar, nos duele más la muerte de una persona cercana que con un desconocido; un terremoto en nuestra localidad nos afecta más que un tifón en Filipinas.
Al igual que con un sismo, luego del suceso la sociedad muestra lo mejor y lo peor de sus entrañas. Y en Venezuela  se vio ambas cosas luego del asesinato de Mónica Spear y su esposo, con el agravante de dejar una hija huérfana herida con apenas 5 años.  Mientras el gremio artístico y sus seguidores lanzaban al aire globos blancos por el descaso de sus almas, personeros tarifados del gobierno sólo se preocupaban porque  no se “politizara” el crimen.
La tragedia hace que algunos actúen de forma casi patética: escuchar a un Roberto Mesutti – actor chavista- que es invitado a comentar el caso en CNN y se dedica a hablar del paro petrolero de 2002; o el ministro para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz, Miguel Rodríguez Torres, afirmando en una entrevista de radio que los niños de los barrios admiran a los pranes – presos líderes en las cárceles- porque tienen mucho dinero y mujeres, sólo nos provoca llorar de la impotencia.
Sí, el asesinato de Mónica Spear me afectó más que otras muertes y eso no me avergüenza, es lo normal, es el dolor normal que se siente cuando te matan a balazos a un familiar, a un querido familiar. En Venezuela las réplicas del terremoto de la violencia ocurren a diario.

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