domingo, 15 de diciembre de 2013

La verdad en Venezuela


A los periodistas se nos adiestra para olfatear la verdad y se nos critica si no transmitimos la que se quiere escuchar. Los políticos no sufren de esto, pueden mentir a sus anchas si saben seducir a las masas.

Algunas veces como periodista me siento igual al incomprendido de Poncio Pilato que le preguntó nada más y nada menos que al hijo de Dios: ¿cuál es la verdad? La respuesta fue el silencio.

¿La verdad está bajo rejas por 30 años o en una embajada de Costa Rica?: como en el caso del asesino de la plaza Altamira Joao de Gouveia.

¿La verdad está en el “poder popular, participativo y protagónico” -que grita en delirio el presidente de la Asamblea Nacional- o está en los supuestos testaferros que transitan por el país con policías escoltas, mientras en una esquina secuestran y matan a otro portugués?

¿La verdad está en las ciudades alienadas donde las personas viven aisladas y solas por lo que compran el discurso opositor o está en las alcaldías rurales que dependen de las misiones y donde en cada elección gana el gobierno? ¿El socialismo se sostiene en la pobreza o la democracia no es más que consumismo?

¿La verdad está en VTV o en Globovisión? Algunos dicen que estuvo en RCTV y que se resguarda en RCR. ¿Existen las matrices de opinión y los mensajes subliminales o sólo los intereses monetarios del dueño de turno del medio?

Y al final de darle vueltas a esta idea me pregunto: ¿dónde puedo hacer periodismo?

¿En un medio del Estado donde los ministros llamen a mi jefe diciendo que hice una pregunta incómoda?

¿En un medio privado donde se me obligue a autocensurarme para que los dueños no tengan problemas con el gobierno?

¿En la fuente de espectáculos donde los titulares se los llevan las Kardashian o en la fuente de política donde todo es “éste dijo y el otro respondió”?

Una vez me dijeron: ¿Y cuánto crees que debemos pagarte por escribir? , en un tono que quería decir: ingenuo, aquí el periodismo no vende.


Twitter. Sólo me queda twitter… y mis libros. Hasta que una habilitante roja secuestre la ley de periodismo y la espiral del silencio nos devore a todos.

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